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Reflexiones diarias, súplicas y oraciones

Domingo, 12 de junio de 2022.

1. Reflexión

Una vez, junto con una de mis hermanas fuimos a un baile [5]. Cuando todos se divertían mucho, mi alma sufría [tormentos] interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí.  A Jesús martirizado, despojado de Sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañaras? En aquel momento dejaron de sonar los alegres tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo.  Me senté junto a mi querida hermana, disimulando lo que ocurrió en mi alma con un dolor de cabeza.  Un momento después abandoné discretamente a la compañía y a mi hermana y fui a la catedral de San Estanislao Kostka. Estaba anocheciendo, había poca gente en la catedral. Sin hacer caso a lo que pasaba alrededor, me postré en cruz delante del Santísimo Sacramento, y pedí al Señor que se dignara hacerme conocer qué había de hacer en adelante.

Entonces oí esas palabras: Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento.  Me levanté de la oración, fui a casa y solucioné las cosas necesarias.  Como pude, le confesé Ja mi hermana lo que había ocurrido en mi alma, le dije que me despidiera de mis padres, y con un solo vestido, sin nada más, llegué a Varsovia.

Cuando bajé del tren y vi que cada uno se fue por su camino, me entró miedo: ¿Qué hacer?  ¿A dónde dirigirme si no conocía a nadie?  Y dije a la Madre de Dios:  María, dirígeme, guíame.  Inmediatamente oí en el alma estas palabras:  que saliera de la ciudad a una aldea [6] donde pasaría una noche tranquila.  Así lo hice y encontré todo tal y como la Madre de Dios me había dicho.

Al día siguiente, a primera hora regresé a la ciudad y entré en la primera iglesia [7] que encontré y empecé a rezar para que siguiera revelándose en mí la voluntad de Dios. Las Santas Misas seguían una tras otra.  Durante una oí estas palabras:  Ve a hablar con este sacerdote [8] y dile todo, y él te dirá lo que debes hacer en adelante. Terminada la Santa Misa (5) fui a la sacristía y conté todo lo que había ocurrido en mi alma y pedí que me indicara en qué convento debía estar.

Al principio el sacerdote se sorprendió, pero me recomendó confiar mucho en que Dios lo arreglaría. Entretanto yo te mandaré [dijo] a casa de una señora piadosa [9], donde tendrás alojamiento hasta que entres en un convento. Cuando me presenté en su casa, la señora me recibió con gran amabilidad. Empecé a buscar un convento, pero donde llamaba me despedían [10]. El dolor traspasó mi corazón y dije al Señor: Ayúdame, no me dejes sola.  Por fin llamé a nuestra puerta [11].

Cuando [salió] a mi encuentro la Madre Superiora [12], la actual Madre General Micaela, tras una breve conversación, me ordenó ir al Dueño de la casa y preguntarle si me recibía. En seguida comprendí que debía preguntar al Señor Jesús.  Muy feliz fui a la capilla y pregunté a Jesús:  Dueño de esta casa, ¿me recibes?  Una de las hermanas de esta casa me ha dicho que Te lo pregunte.

En seguida oí esta voz: Te recibo, estás en Mi Corazón.   Cuando regresé de la capilla, la Madre Superiora, primero me preguntó: “Pues bien, ¿te ha recibido el Señor?” Contesté que sí. “Si el Señor te ha recibido, yo también te recibo.”

Tal fue mi ingreso. Sin embargo, por varias razones, más de un año tuve que estar en el mundo, en casa de esta piadosa señora [13], pero no volví ya a mi casa.

En aquella época tuve que luchar contra muchas dificultades, sin embargo, Dios no me escatimaba en Su gracia.  Mi añoranza de Dios se hacía cada vez más grande.  Esta señora, aunque muy piadosa, no comprendía la felicidad que da la vida consagrada y, en su bondad, empezó a proyectarme otros planes de vida, pero yo sentía que tenía un corazón tan grande que nada podía llenarlo (Santa María Faustina Kowalska, La divina Misericordia en mi alma, Diario 9-15).

2. Súplicas:

  • Pidamos la gracia de reconocer que el Señor siempre viene a nuestro encuentro para guiarnos.
  • Oremos por los huérfanos, por los matrimonios, por los religiosos y por los enfermos + por nuestras oraciones personales.
  • Pidamos al Señor que tenga piedad de nuestra humanidad doliente y por el fin de la propagación de COVID-19 en el mundo entero.
  • Por nuestras intenciones personales.

3. Propósitos del día:

Experimentar un momento de encuentro personal con el Señor a lo largo del día.  

4. Oración Final:

Oh Jesús mío, he hecho ya dos meditaciones y veo que todo lo que me has dicho es verdad. Experimento una profunda paz y esta paz (5) se deriva del testimonio que me da la conciencia, es decir, que siempre cumplo con Tu voluntad, oh Señor. Oh Mi Buen Jesús Misericordioso, Rey de Misericordia, confío en Ti y solo en Ti espero. Amen ¡JESÚS, EN TI CONFÍO! (cf. Diario 1328). 

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«Y no hay alma que no tenga el deber de orar,  porque toda gracia fluye por medio de la oración»  (Diario 146).


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