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Reflexiones diarias, súplicas y oraciones

Miércoles, 02 de noviembre de 2022.

1. Reflexión:         

(49) Al entrar en la capilla, sentí como si todo se hubiera alejado de mi alma; como si yo hubiera salido recientemente de la mano de Dios, sentí que mi alma era intangible, que yo era una niña pequeña. De repente vi interiormente al Señor quien me dijo:  No tengas miedo, hija Mía, Yo estoy contigo.   En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y los tormentos, los sentidos [fueron] inundados de una alegría inconcebible, las facultades del alma coladas de luz.

Quiero decir también que, aunque mi alma ya estaba bajo los rayos de Su amor, no obstante, las huellas del suplicio soportado quedaron en mi cuerpo dos días más. El rostro pálido como de una muerta y los ojos inyectados de sangre.  Solo Jesús sabe lo que sufrí.  Comparado con la realidad, es pálido lo que he escrito.  No sé expresarlo, me parece que he vuelto del más allá.  Siento aversión a todo lo que está creado.  Me abrazo al Corazón de Dios, como el niño recién nacido al pecho de su madre.  Miro todo con ojos distintos.  Estoy consciente de lo que el Señor ha hecho en mi alma con una palabra; de esto vivo.  El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos.  No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo mismo no lo hubiera pasado.  Es un sufrimiento totalmente espiritual.

Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no abandoné la Santa Comunión. Cuando me pareció que no debía recibirla, entonces iba a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa Comunión, que me parecía que no debía recibirla.  Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que sólo la obediencia me había salvado.

La Maestra misma me dijo después que “estas experiencias habían pasado pronto solamente porque usted, hermana, fue obediente.  [Fue por] el poder de la obediencia que usted pasó tan valientemente [la prueba].”  Es verdad que el Señor mismo me liberó de este suplicio, pero la fidelidad a la obediencia le agradó.

Aunque estas cosas son espantosas, no obstante ningún alma debería asustarse demasiado, porque Dios nunca da por encima de lo que podemos soportar.  Y por otra parte, quizás nunca nos dé a nosotros suplicios semejantes, y lo escribo porque si el Señor quiere llevar un alma a través de (50) tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que depende de ella. Dios no hará daño al alma, porque es el Amor Mismo y por este amor inconcebible la llamó a la existencia.  Pero cuando yo me encontraba angustiada, no lo comprendía. (Santa María Faustina Kowalska, La divina Misericordia en mi alma, Diario, 103-106). 

2. Súplicas:

  • Pidamos la gracia de encontrar nuestra fuerza en la Eucaristía y de confiar en el Señor durante los momentos de prueba.
  • Oremos por los religiosos, sacerdotes y todos los servidores del Señor que encuentran en momentos de tribulaciones y de grandes tentaciones.
  • Pidamos al Señor que tenga piedad de nuestra humanidad doliente y por el fin de la propagación de COVID-19 en el mundo entero.
  • Por nuestras intenciones personales.

Oración: 

Oh Dios mío, he conocido que no soy de esta tierra, es lo que me has inculcado en mi alma.  Estoy presente más en el cielo que en la tierra, aunque no descuido en nada mis deberes. Oh Mi Buen Jesús Misericordioso, Rey de Misericordia, confío en Ti y solo en Ti espero. Amen ¡JESÚS, EN TI CONFÍO! (Diario, 107).

3. Propósito del día:

Confiar siempre en el Señor en cualquier circunstancia de mi vida.