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ORACIONES Y CONSEJOS DEL DIARIO DE SOR FAUSTINA KOWALSKA

  1. Consejo de nuestro Señor Jesucristo a su humilde servidora, Sor María Faustina Kowalska:

“Primero: no luches sola contra la tentación, sino que descúbrela inmediatamente al confesor y entonces la tentación perderá toda su fuerza; segundo: en estas pruebas no pierdas la calma, vive Mi presencia, pide la ayuda de Mi Madre y la de los santos; tercero: ten la certeza de que Yo te miro y te sostengo; cuarto; no tengas miedo ni de las luchas espirituales ni de ninguna tentación, porque Yo te sostengo con tal de que tú quieras luchar; has de saber que la victoria siempre está de tu lado; quinto: has de saber que con una lucha intrépida Me das una gloria y ganas méritos para ti, la tentación ofrece la posibilidad de demostrarme tu fidelidad. (Diario 560)

Y ahora te diré lo más importante para ti: una sinceridad sin límites con tu director espiritual; si no aprovechas esta gracia según (138) mis indicaciones, te la quitaré y entonces te quedarás sola contigo misma y volverán a ti todas las tribulaciones que conoces. No Me agrada que desaprovechas la oportunidad cuando puedes encontrarlo y hablar con él.  Has de saber que es Mi enorme gracia si Yo doy a un alma el director espiritual.  Muchas almas Me lo piden y no a todas les concedo esta gracia.  En el momento en que te lo he dado como director espiritual, le he dotado de una nueva luz para que pueda conocer y comprender fácilmente tu alma…”. (Diario 561).


2. Oración Para recibir Misericordia en momentos difíciles

Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentamos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa y divina voluntad, que es el Amor y la Misericordia Misma. [Amén] (Diario, 950).


3. Oración de un alma que se deja sostener por el Señor

Oh Jesús, dame fortaleza y sabiduría para atravesar esta pavorosa selva, para que mi corazón sepa soportar pacientemente el deseo ardiente de Ti, oh Señor mío. Permanezco siempre en sagrado asombro cuando siento que Te estás acercando a mí. Tú, el soberano del trono terrible, bajas al miserable destierro y vienes a una pobre mendiga que no tiene nada más que la miseria; no sé hospedarte, oh mi Príncipe, pero Tú sabes que Te quiero con cada latido de mi corazón. Veo Tu humillación, sin embargo, Tu Majestad no disminuye (255) a mis ojos. Sé que me amas con el amor del esposo y eso me basta, a pesar de que nos separa un gran abismo, porque Tu eres el Creador y yo Tu criatura. Pero el amor es la única explicación de nuestra unión, fuera de él todo es inconcebible; sólo con el amor se comprende la inconcebible familiaridad con la que me tratas. Oh Jesús, Tu grandeza me espanta y permanecería en un continuo asombro y temor si no me tranquilizaras Tu Mismo; Tú me haces capaz de tratar Contigo siempre antes de acercarte. (Diario 881)


4. ACCIÓN DE GRACIAS:

(138) + Oh Jesús, Dios eterno, Te agradezco por tus innumerables gracias y bendiciones. Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a Ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule para Ti, Señor. Mi alma es todo un himno de adoración a Tu misericordia. Te amo, Dios, por ser Tu Mismo. [Amén] (Diario 1794)


5. PLEGARIA DE UN ALMA CONSAGRADA A LA DIVINA MISERICORDIA

+ Cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas veces pulsa la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil es el número de veces que deseo glorificar Tu misericordia, oh Santísima Trinidad.

+ Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerrare en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

+ Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar.

Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo. [Amén] (Diario 163).


6. Las letanías a la Divina Misericordia (Diario, 949).

El Amor de Dios es la flor; La Misericordia el fruto. Que el alma titubeante lea estas consideraciones sobre la Misericordia Divina y recobre la confianza.

Misericordia Divina, que brotas del seno del Padre, en Ti confío.

Misericordia Divina, supremo atributo de Dios, en Ti confío.

Misericordia Divina, misterio incomprensible, en Ti confío.

Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad, en Ti confío.

Misericordia Divina, humano o angélico, en Ti confío.

Misericordia Divina, de donde brotan vida y felicidad, en Ti confío.

Misericordia Divina, más sublime que los cielos, en Ti confío.

Misericordia Divina, manantial de milagros y maravillas, en Ti confío.

Misericordia Divina, abrazando todo el universo, en Ti confío.

Misericordia Divina, que bajas a la tierra en la Persona del Verbo Encamado, en Ti confío.

Misericordia Divina, que manaste de la herida abierta en el Corazón de Jesús, en Ti confío.

Misericordia Divina, enclaustrada en el Corazón por nosotros, y especialmente por los pecadores, en Ti confío.

Misericordia Divina, insondable en la institución de la Sagrada Hostia, en Ti confío.

Misericordia Divina, que fundaste la Santa Iglesia, en Ti confío.

Misericordia Divina, presente en el Sacramento del Santo Bautismo, en Ti confío.

Misericordia Divina, en la justificación de nosotros por Jesucristo, en Ti confío.

Misericordia Divina, que nos acompañas a lo largo de la vida, en Ti confío.

Misericordia Divina, que nos abrazas, especialmente a la hora de la muerte, en Ti confío.

Misericordia Divina, por quien recibimos el don de la inmortalidad, en Ti confío.

Misericordia Divina, siempre a nuestro lado en cada instante de nuestra vida, en Ti confío.

Misericordia Divina, escudo protector de las llamas infernales, en Ti confío.

Misericordia Divina, por quien se convierte el pecador empedernido, en Ti confío.

Misericordia Divina, que dejas atónitos a los ángeles; inasequible también a los santos, en Ti confío.

Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios, en Ti confío.

Misericordia Divina, que nos rescatas de toda miseria, en Ti confío.

Misericordia Divina, manantial de felicidad y gozo, en Ti confío.

Misericordia Divina, que de la nada nos trajiste a la existencia, en Ti confío.

Misericordia Divina, que rodeas con Tus brazos toda obra de Sus manos, en Ti confío.

Misericordia Divina, que presides toda la obra de Dios, en Ti confío.

Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos, en Ti confío.

Misericordia Divina, dulce consuelo de los corazones angustiados, en Ti confío.

Misericordia Divina, única esperanza de los desesperados, en Ti confío.

Misericordia Divina, remanso de corazones, paz en la turbulencia, en Ti confío.

Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas, en Ti confío.

Misericordia Divina, esperanza renovada, perdida ya toda esperanza, en Ti confío.

 

7. VIRGEN MARÍA, MADRE MÍA

Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tú eres mi espejo, oh mi Madre (Diario, 79).

8. OH MARÍA, VIRGEN INMACULADA

Oh María, Virgen Inmaculada,
Puro cristal para mi corazón,
Tú eres mi fuerza, oh ancla poderosa,
Tú eres el escudo y la defensa para el corazón débil.

Oh María, Tú eres pura e incomparable,
Virgen y Madre a la vez,
Tú eres bella como el sol, sin mancha alguna,
Nada se puede comparar con la imagen de Tu alma.

Tu belleza encantó el ojo del tres veces Santo,
Y bajó del cielo, abandonando el trono de la sede eterna,
Y tomó el cuerpo y la sangre de Tu Corazón,
Durante nueve meses escondiéndose en el Corazón de la Virgen.

Oh Madre, Virgen, nadie comprenderá,
Que el inmenso Dios se hace hombre,
Sólo por amor y por su insondable misericordia,
A través de Ti, oh Madre, viviremos con Él eternamente.

Oh María, Virgen Madre y Puerta Celestial,
A través de Ti nos ha llegado la salvación,
Todas las gracias brotan para nosotros
a través de Tus manos,
Y me santificará solamente un fiel seguimiento de Ti.

Oh María, Virgen, Azucena más bella,
Tu Corazón fue el primer tabernáculo para Jesús en la tierra,
Yeso porque Tu humildad fue la más profunda,
Y por eso fuiste elevada por encima de los coros de los
ángeles y de los santos.

Oh María, dulce Madre mía,
Te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón,
Sé [tú] la custodia de mi vida,
Y especialmente en la hora de la muerte, en el último combate (Diario, 161).

 

 

9. OH MARÍA, MADRE MÍA

Oh María, Madre mía, Te ruego humildemente, cubre mi alma con Tu manto virginal en este momento tan importante de mi vida, para que así, me haga más agradable a Tu Hijo y pueda glorificar dignamente la misericordia de Tu Hijo delante del mundo entero y durante toda la eternidad (Diario, 220).

10. OH MARÍA, VIRGEN INMACULADA

Oh María, Virgen Inmaculada, tómame bajo Tu protección más especial y custodia la pureza de mi alma, de mi corazón y de mi cuerpo. Tú eres el modelo y la estrella de mi vida (Diario, 874).

11. OH MADRE DE DIOS

Oh Madre de Dios, Tu alma estuvo sumergida en el mar de amargura, mira a Tu niña y enséñale a sufrir y a amar en el sufrimiento. Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante. Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios (Diario, 315).

12. OH DULCE MADRE DE DIOS

Oh dulce Madre de Dios,
Sobre Ti modelo mi vida,
Tú eres para mí una aurora radiante,
Admirada me sumerjo toda en Ti.

Oh Madre, Virgen Inmaculada,
En Ti se refleja para mí el rayo de Dios.
Tú me enseñas cómo amar a Dios entre tormentas,
Tú eres mi escudo y mi defensa contra el enemigo (Diario, 1232).

13. DULCE MADRE

Oh María, hoy una espada terrible [281] ha traspasado Tu santa alma. Nadie sabe de Tu sufrimiento, excepto Dios. Tu alma no se quebranta, sino que es valiente porque está con Jesús. Dulce María, une mi alma a Jesús, porque sólo entonces podré resistir todas las pruebas y tribulaciones, y sólo mediante la unión con Jesús, mis pequeños sacrificios complacerán a Dios. Dulcísima Madre, continúa enseñándome sobre la vida interior. Que la espada del sufrimiento no me abata jamás. Oh Virgen pura, derrama valor en mi corazón y protégelo (Diario, 915).

14. OH VIRGEN RADIANTE

Oh Virgen radiante, pura como el cristal, toda sumergida en Dios, Te ofrezco mi vida interior, arregla todo de manera que sea agradable a Tu Hijo (Diario, 844).

15. MADRE DE DIOS

Oh Madre de Dios, Santísima María, Madre mía, Tú ahora eres mi Madre de modo más particular y esto porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme. Oh María, Madre mía amadísima, dirige mi vida interior de modo que sea agradable a Tu Hijo (Diary, 240).

16. ORACIONES SELECTAS DEL DIARIO DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA

Unámonos a Santa Faustina en las aspiraciones de su espíritu hacia «el Dios de toda misericordia y consuelo» e imitémosla en la práctica de ese supremo atributo de Dios, dentro del cual Jesús nos insta a modelarnos (Lc. 6, 36), atentos asimismo a las enseñanzas que encontramos en la Epístola a los Hebreos (13, 15-16): «Por Jesús ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre. No os olvidéis de la beneficencia y de la mutua asistencia, ya que en tales sacrificios se complace Dios».
Jesús dijo a Sor Faustina: Me supedito a tu confianza; si ésta es grande, mi generosidad no conocerá límites (II, 19). El Evangelio nos asegura ya eso: «En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis…, se hará lo que digáis; y todo cuanto pidáis con fe, recibiréis» (Mt. 21: 21, 22).
Juan el Apóstol, que también ve en la misericordia la verdadera naturaleza de Dios para con la humanidad, deriva de ella una absoluta confianza: «…y la confianza que tenemos en Él es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, Él nos oye; y si sabemos que nos oye, en cuanto le pedimos, sabemos que obtenemos las peticiones que le hemos hecho». (Jn. 5:14,15).
Cuando nos aprestamos a rezar, descubrimos que todo es gracia -don gratuito-, porque todo en Jesús es misericordia. Pero siendo esto así ¿cómo negar a los que nos rodean la generosidad que recabamos para nosotros mismos?

17. ORACIONES DE UNA MADRE A JESÚS MISERICORDIOSO

Misericordioso Corazón de Jesús, te entrego a mis hijos.
Tu comprendes mejor que nadie mis preocupaciones y mis necesidades; nadie puede ayudarme más eficazmente que Tu.
Concédeme generosamente las gracias necesarias para su educación. Sé que mis esfuerzos serán vanos si no me ayudas con tu gracia. Guía mis acciones, ilumina e inspira mis palabras para el bien de mis queridos hijos. Presérvalos de todo pecado y corrupción, y enséñales a progresar por la vía del bien; protégelos contra los malos ejemplos y líbralos de todo mal.
Que ellos vivan y crezcan en el estudio, en la sabiduría en la gracia y en la salud; que sean el gozo y el consuelo de sus padres que sean útiles a la sociedad y busquen los bienes del Cielo.
Cuando me llames a ti, Juez Supremo, te pido que encargues a tu Madre, el cuidado y la protección de mis hijos. Sé que esta buena Madre cumplirá este encargo mejor que yo.
Por todo esto, oh Misericordioso Señor, que tanto has amado a los niños, te prometo un servicio fiel, una vida verdaderamente piadosa y así con la oración y el trabajo poderte alabar y propagar tu insondable Misericordia poniendo durante el transcurso de mi vida y en el momento de mi muerte toda mi confianza en Ti. Amén.

18. ORACIÓN POR UNA PERSONA QUERIDA

¡Oh Jesús Misericordioso, tú que tuviste en la tierra un discípulo predilecto por el cual tu Corazón Divino ardía con un amor especial, acuérdate que yo también tengo una persona particularmente querida y amada. Por el afecto que tuviste hacia S. Juan y hacia María Madre del Amor Hermoso, y por tu infinita Misericordia, guía a esta persona amada a un conocimiento mejor de ti y a que ame ardientemente tu Corazón Misericordioso; consérvala durante toda la vida en gracia y en salud; bendícela, ilumínala en sus proyectos y en sus decisiones con el f n de que este ser querido y yo seamos siempre fieles el uno al otro y participemos juntamente en las alegrías y en las penas, en el amor y la amistad. Que siempre tengamos una confianza sin límites en tu Infinita Misericordia y la propaguemos y alabemos en la tierra y en la Eternidad. Amén.

19. ORACIÓN POR LOS ENEMIGOS

Jesús Misericordioso, tú que has sufrido tanto aquí en la tierra por tus enemigos verdaderos y ocultos y, finalmente, condenado por la más absurda injusticia, oraste con mayor empeño desde la cruz por tus perseguidores diciendo: «Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen, dame la fuerza de perdonar siempre con todo mi corazón, según el ejemplo de tu Infinito Amor y Misericordia, a todos aquéllos que me hacen el mal; perdónalos como yo también los perdono, sana sus debilidades y las mías, sumerge nuestros corazones en el océano infinito de tu Amor Divino y llénalos de tu Misericordia. Así el mundo reconocerá que te pertenecemos; también tú nos reconocerás por tuyos en el Juicio final y nos pondrás a tu derecha. Te lo pido por los méritos de tu pasión y dolorosa muerte, por la intercesión de la dolorosa y muy amada Madre tuya y Madre nuestra. Amén.

20. ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA AL CORAZÓN MISERICORDIOSO DE JESÚS

Corazón Misericordioso de Jesús, confiando infinitamente en tu Misericordia, consagramos a ti totalmente e incondicionalmente nuestra familia. Que seas tú el Señor, el Rey y el Amigo de nuestra familia. Toma todo aquello que tenemos y en particular nuestros corazones bajo tu exclusivo dominio. Ilumina nuestra mente, refuerza nuestra voluntad y bendice nuestras acciones. Comparte con nosotros las alegrías y las penas, perdónanos siempre nuestras debilidades y nuestras culpas, ayúdanos y consuélanos, y, en la hora de la muerte, no seas para nosotros Juez sino el Salvador Misericordioso. Y tú, Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra Celestial, enseña a tus hijos a amar, servir, alabar por siempre el Corazón Misericordioso de Tu Hijo Divino. San José, Custodio de la Sagrada Familia, toma la nuestra bajo tu poderosa protección. Amén.

21. ORACIÓN DE CONFIANZA

¡Oh Divina Misericordia!, yo estoy convencido de que tú vigilas sobre los que confían en ti, y que nada les puede faltar a los que esperan de ti. Abandono todas mis preocupaciones, miserias e inquietudes y desde ahora viviré en paz porque tú me has confirmado tu Misericordia. Tú que tienes y tendrás siempre Misericordia de nosotros. Mis hermanos pueden irse en contra mía; las enfermedades pueden quitarme la fuerza y los medios de servirte como es mi deseo; yo puedo perder tu misma gracia con el pecado, pero nunca perderé la confianza en tu misericordia; la conservaré hasta el último respiro de mi vida. Inútilmente los demonios se esforzarán en robármela; no habrá nada que pueda impedir mi constancia.
Muchos esperan obtener su felicidad en las criaturas humanas; en sus bienes y talentos; otros se apoyan en la fortaleza de su vida; unos en los sacrificios de su penitencia; otros en el número de sus buenas obras y en el fervor de sus oraciones; en cuanto a mí, toda mi confianza se apoya sobre tu Misericordia, oh Señor, que eres mi Dios y mi Salvador, mi Santificador y mi Juez. Todas mis palabras y todas mis oraciones expresan solamente la confianza y no moriré, eternamente porque yo espero de tu Infinita Misericordia, ¡oh Señor!
Lamentablemente sé por experiencia cuán débil e inconstante soy; sé cuándo las tentaciones prevalecen con facilidad sobre la más firme virtud; he visto caer a aquéllos que pensaba eran columnas de la vida religiosa; yo mismo he caído por mi fragilidad humana; por eso, espero solamente de la Misericordia de mi Dios y no moriré eternamente.
En fin, estoy seguro que nunca estará por demás confiar absolutamente en ti y que nunca tendré menos de aquello que espero de ti. Sé que tú me ayudarás a dominar mis malas inclinaciones. Tú me protegerás en las luchas y dificultades y harás triunfar mi debilidad con tu fuerza; por tanto, mi alma se queda en paz. Tú me darás la fuerza, el heroísmo y yo te amaré con todo mi corazón. Tú serás mi Todo y yo te exaltaré por toda la eternidad. Divina Misericordia, confío en ti. Amén.

22. ORACIÓN DE ADORACIÓN

¡Te adoro, Creador y Señor, en el Santísimo Sacramento. Te adoro por todas las obras de tu mano, en las cuales veo tanta Sabiduría, Bondad y Misericordia. Señor tú has esparcido sobre la tierra tantas bellezas, éstas me hacen pensar en la tuya, mas no son sino pálidos reflejos de tu esplendor, de tu inconcebible belleza!
A pesar de que tú has escondido y velado tu belleza, mi ojo, iluminado por la Fe, te reencuentra y mi alma descubre al Señor, su Bien Supremo; mi corazón se sumerge en una plegaria de adoración.
¡Oh mi Creador y Señor, por tu belleza he osado hablarte. Por tu Misericordia, desaparece el abismo que separa al Creador de su criatura; hablar contigo, Señor, es la delicia de mi corazón: en ti encuentro todo aquello que mi corazón puede desear Tu luz aclara mi espíritu, permitiendo conocerte más íntimamente. Sobre mi corazón las gracias bajan a torrentes, mi alma toma de allí la vida eterna! Amén.
(Diario VI, 27)

23. ORACIÓN DE OFRECIMIENTO

¡Te agradezco Señor, Dios eterno, por las gracias y por los innumerables beneficios con los cuales me colmas! Dios mío, quisiera que cada latido de mi corazón fuera para ti un nuevo cántico de agradecimiento; que cada gota de mi sangre circule para ti, Señor; que mi alma no deje de glorificar tu Misericordia. ¡Te amo, oh mi Dios, te amo únicamente a ti! A pesar de que mis sufrimientos son continuos y grandes, los recibo de tus manos como un don precioso. Los acepto todos con gusto, también aquellos que las otras almas no quieren soportar Tú puedes, Jesús, cargarme con todas las cruces: no rechazo ninguna. No pido más que una cosa: ¡la fuerza de soportarlas y hacerlas meritorias! Te ofrezco todo mi ser; haz de mi lo que quieras!
(Diario VI, 58)

24. ORACIÓN DE INVOCACIÓN PARA SER FIELES A LA VOLUNTAD DE DIOS

¡Oh Jesús, tendido sobre la cruz: te ruego me concedas siempre y donde quiera que me encuentre, la gracia de cumplir fielmente la Santa Voluntad de tu Padre. Aun cuando esto me sea penoso y difícil te imploro, Jesús, que de tus llagas hagas fluir la fuerza y el poder necesarios, y mis labios repitan sin cesar: «¡Señor, que se haga tu voluntad!» ¡Oh Redentor del género humano, que nos has amado hasta morir por nuestra salvación y que, en los sufrimientos y tormentos de la agonía, olvidaste todo para pensar sólo en la salvación de nuestras almas! Oh Misericordiosísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí mismo, y vivir para los demás, ayudándote así en la Obra de la Redención según la Santísima Voluntad de tu Padre Celestial! Amén.
(Diario IV, 9)

25. ORACIÓN PARA IMPLORAR CONFIANZA EN MEDIO DEL SUFRIMIENTO

¡Oh Jesús, no me dejes sola en los sufrimientos! tú, Señor, conoces mi debilidad; no soy más que un abismo de miseria; no soy más que una nada, ¿qué extraño es, entonces, que si tú me dejas sola me caiga? Soy como un recién nacido. Soy impotente, Señor; no sé valerme por mí mismo, más en el abandono tengo confianza. A pesar de lo que siento, conservo la confianza y concentro todos mis sentimientos en una entera y absoluta confianza en ti.
¡No disminuyas ninguno de mis sufrimientos; dame, simplemente, ¡la fuerza de soportarlos! Haz de mí lo que tú quieras. Dame solamente la gracia de saber amarte en todas las circunstancias de mi vida. No disminuyas, Señor el cáliz de amargura, sino dame sólo la fortaleza de beberlo todo. Amén. (1)
(Diario V, 46, 67)

26. ORACIÓN POR LA IGLESIA Y LOS SACERDOTES

¡Oh Jesús! te suplico, concede a tu Iglesia el amor y la luz del Espíritu Santo. Da a tus sacerdotes el amor y la luz de tu Espíritu, que las palabras de los sacerdotes convenzan a los corazones más endurecidos, se arrepientan y vuelvan a ti, oh Señor.
Señor, danos sacerdotes santos; consérvalos tú mismo en la santidad. ¡Oh Divino Sumo Sacerdote, haz que tu Misericordia los asista en cualquier lugar y los defienda contra las insidias y tentaciones que el demonio tiende sin cesar al alma de cada Sacerdote!
Que el poder de la Divina Misericordia, ¡oh buen Salvador! aplaste y aniquile todo aquello que pudiera manchar la santidad de un sacerdote, porque tú lo puedes todo. Te suplico, Jesús que bendigas con una luz especial a los sacerdotes con los que me confesaré a lo largo de mi vida. Amén.
(Diario III, 11)

27. ORACIÓN DEL ALMA EN LA SOLEDAD

¡Oh Jesús, que eres el amigo de mi corazón, tú eres mi único refugio y mi único descanso. Tú eres mi salvación en medio de las tempestades de la vida, mi tranquilidad en medio de las perturbaciones del mundo. Tú eres mi calma en las tentaciones; mi sustento en las horas de desesperación; mi victoria en la lucha por el advenimiento de tu Reino. (Juan 16, 33). Eres el rayo vivo que aclara mi vida; ¡el calor que hace derretir el hierro de mi indiferencia! ¡Eres tú, oh Señor, sólo tú eres capaz de comprender al alma que permanece callada y sufre sin decir una palabra. Tú conoces muy bien nuestras debilidades y nuestros pecados que, sin tregua -cual Médico y Buen Pastor- nos perdonas, nos curas y nos levantas, para que nosotros podamos siempre amarte más. Amén.
(Diario 1, 114)

28. ACTOS DE ADORACIÓN A JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA

¡Te adoro, oh Amor Invisible, que eres la vida de mi alma! ¡Te adoro, Jesús, bajo las sutiles especies del pan! Te adoro, oh Dulce Misericordia que expandes sobre todas las almas. Te adoro, oh bondad Infinita, que expandes a tu alrededor los rayos de gracia. Te adoro, oh, Luz resplandeciente, Luz de las almas. ¡Te adoro, Manantial Inagotable de Misericordia! El más puro de los Manantiales desde donde brotan para nosotros la vida y la santidad. ¡Te adoro, delicia de los corazones puros! ¡Te adoro, única esperanza de las almas pecadoras! Amén.
(Diario VI, 40)

29. ORACIÓN PARA IMPLORAR LA MISERICORDIA DE DIOS

I
¡Demuéstrame tu Misericordia, oh Padre, por la infinita bondad del Corazón de Jesucristo; presta oídos atentos a las oraciones que te elevo desde mi corazón contrito!
II
¡Oh Omnipotente y Misericordioso Padre: sabiendo que tu divina bondad no tiene límites, aunque yo no sea más que un abismo de miseria, tengo plena confianza en tu Misericordia!
III
¡Oh Santa Trinidad, mi Señor y mi Dios puesto que es inmensa e infinita tu bondad me confío a tu Misericordia y sé que tú, Señor, estarás siempre cerca de mí!
IV
¡Que tu gran Misericordia y que su canto no cese jamás; que se propague a través del mundo entero, Señor. Implórala, oh alma mía, ¡con todo el fervor!
(Diario IV, 17)

30. DESEOS DE UN ALMA IMPREGNADA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Deseo con todo el corazón que cada respiro de mi vida, que cada latido de mi corazón, que cada palpitación mía alaben tu Misericordia, ¡Oh Santísima Trinidad! Señor, quiero transformarme todo entero en tu misericordia y ser un vivo reflejo de ti. ¡Oh Señor! que el más grande de los atributos divinos, el de tu Misericordia infinita, pase por mi alma y mi corazón hacia mi prójimo.
Ven en mi ayuda, Señor, con el fin de que mis ojos estén llenos de misericordia, de manera que jamás juzgue ni sospeche de nadie según las apariencias externas, sino que mire la belleza en el alma de mí prójimo y acuda a socorrerlo. Haz que mi oído esté lleno de misericordia para que pueda inclinarme sobre las necesidades del prójimo y que no quede indiferente a sus males y a sus lamentos.
¡Socórreme, Señor para que mis labios rebosen de Misericordia, para no hablar mal de mi prójimo, sino que tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón!
¡Ayúdame, Señor, para que mis manos sean caritativas y llenas de buenas acciones, de manera que no deje de hacer el bien a mi prójimo y que coja los compromisos más pesados y más comprometedores!
¡Haz, oh Señor, que mis pies sean misericordiosos, de manera que lleven siempre auxilio a mi prójimo, dominando mi cansancio y fatiga! ¡Que mi verdadero descanso sea servir a mi prójimo!
¡Haz, oh Señor, que mi corazón esté lleno de misericordia, de manera que los sufrimientos de mi prójimo sean como míos! No negaré mi corazón a nadie, atenderé sinceramente también a aquellos que, lo sé, abusarán de mi bondad. Y me encerraré yo mismo confiadamente en el Corazón Misericordioso de Jesús. Callaré mis propios sufrimientos.
¡Que tu Misericordia descanse en mí, oh mi Dios! Eres tú mismo quien me ordenas ejercitarme en los tres grados de la misericordia. El primero es el acto de misericordia de cualquier género. El segundo, es la palabra de misericordia, pues si no puedo llevar a cabo con la obra, ayudaré con la palabra. El tercero, es la oración, ya que, si no puedo demostrar la misericordia ni con hechos ni con palabras, puedo siempre hacerlo con la oración; porque ella llega allá donde no puedo entrar físicamente. ¡Oh Jesús mío, transfórmame en ti, puesto que tú eres Omnipotente!
(Diario 1, 70-71)