Reflexiones diarias, súplicas y oraciones

1. Reflexión

Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría. Me dijo:  Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte.  Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza.  Al volver a la celda, me caí de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola palabra.

Y sin embargo ocultaba a los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras.  Satanás siempre aprovecha tales momentos, comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo:  He aquí tu premio por la fidelidad y la sinceridad.  ¿Cómo ser sincera, si se es tan incomprendida?  Oh Jesús, Jesús, ya no aguanto más.  Otra vez caí al suelo bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme. No tengo en quien apoyarme interiormente.  De repente oí en mi alma la voz: No tengas miedo, Yo estoy contigo,  y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo para enfrentar los sufrimientos.

(61) Sin embargo empecé a descuidarme un poco [74].  No hacía caso a estas inspiraciones interiores, trataba de distraerme.  Pero a pesar del ruido y de las distracciones, veía lo que pasaba en mi alma.  La Palabra Divina es muy elocuente y nada puede sofocarla.  Empecé a evitar el encuentro del Señor en mi propia alma, porque no quería ser victima de la ilusión.  Sin embargo el Señor en cierto modo me persiguió con sus dones y, de verdad, experimentaba, por turno, sufrimientos y alegrías.  No menciono aquí diferentes visiones y gracias que en aquel tiempo Dios me concedió, porque las tengo apuntadas en otro lugar [75], pero diré que aquellos distintos sufrimientos ya llegaron al colmo y me decidí acabar con estas dudas antes de los votos perpetuos.  Durante todo el tiempo de la probación rogué por la luz de un sacerdote, a quien debía revelar mi alma hasta lo más profundo.  Y rogué a Dios que Él mismo me ayudara en esto y me diera la gracia de contar las cosas más secretas que había entre mí y el Señor, y que me predispusiera a que yo considerara cualquier cosa que aquel sacerdote decidiera como decidida por Jesús Mismo.  No importa cual será el juicio sobre mí, yo deseo solamente la verdad y una respuesta decidida a ciertas preguntas.  Me he encomendado a Dios completamente y mi alma desea la verdad.  No puedo seguir viviendo en dudas; aunque en el alma tenía una certeza tan grande de que esas cosas procedían de Dios que ofrecería mi vida por ellas, sin embargo por encima de todo eso puse la opinión del confesor y decidí comportarme de acuerdo con lo que él consideraría justo y según sus indicaciones.  Veo aquel momento [como] el que decidirá de cómo debo comportarme durante toda la vida.  Sé que de él [aquel momento] dependerá todo.  No tiene importancia si lo que me dirá será de acuerdo con mis inspiraciones o todo lo contrario, eso ya no me importa.  Yo deseo conocer la verdad y seguirla.

Oh Jesús, Tú puedes ayudarme. Y a partir de aquel [momento] empecé.  Escondo todas las gracias en el alma y espero a quien el Señor me mandará.  Sin dudar en nada en mi corazón, rogué al Señor que Él Mismo se dignara ayudarme en estos momentos y el ánimo entró en mi alma (Santa María Faustina Kowalska, La divina Misericordia en mi alma, Diario, 129-131).

2. Súplicas:

  • Pidamos la gracia de responder siempre con humildad ante cualquier humillación y ante las provocaciones del maligno.
  • Oremos por nuestros enemigos y por los que suelen frustrar nuestro progreso espiritual.
  • Por nuestra humanidad doliente,
  • Por las almas del Purgatorio,
  • Por las intenciones de la Virgen María,
  • Por nuestra Santa Iglesia Católica,
  • Por nuestras intenciones personales

3. Propósitos del día:

No tener miedo y vivir siempre confiando en el Señor.     

4. Oración Final:

¡Oh Jesús, no me dejes sola en los sufrimientos! tú, Señor, conoces mi debilidad; no soy más que un abismo de miseria; no soy más que una nada, ¿qué extraño es, entonces, que si tú me dejas sola me caiga? Soy como un recién nacido. Soy impotente, Señor; no sé valerme por mí mismo, más en el abandono tengo confianza! Oh Mi Buen Jesús Misericordioso, Rey de Misericordia, confío en Ti y solo en Ti espero. Amén. ¡JESÚS, EN TI CONFÍO!

Libro correspondiente a estas reflexiones: Disponible aquí.

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